EL EMBRUJO DE LA BESTIA
La Bestia era hermosa
a pesar de lo terrorífico
de aquella apariencia
capaz de hacer florecer el terror.
En distancias cortas
hacía disiparse todo el temor
con bellas palabras
cargadas de un más que fino encanto.
Aquel candor en el vestir
era un pilar en todo ello,
además de dulces las fragancias.
Toda aquella actitud lisonjera
servía de disfraz al monstruo
ansiando a relucir salir.
Capaz de dominar las mentes y almas
ejercía mejor aquella función
cuando ese disfraz hacía esfumarse.
Ahí ya no tenía que camuflarse
al haber hecho efecto su embrujo
sin apreciarse y de forma calculada.
Y así, mientras se iba alimentando
con las vísceras de sus víctimas,
su formas se iban fortaleciendo
al pensar en su siguiente presa.
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