Un vacío que no podía explicar



Trató de abrir el paquete de tabaco. Le costó un poco encontrar la comisura del envoltorio de plástico. Pero en cuanto lo hizo, fue agarrándolo hasta librarlo del todo. Después, haría lo mismo con tal de arrancar la parte superior del cartón. Al terminar, sacó un cigarrillo y se lo ofreció a su hijo. "Papá, pero si habías dejado de fumar"... Sin decir nada, le pasó el mechero. 

El chaval, un poco dubitativo al principio, chasqueó la piedra y lo encendió. Los dos comenzaron a mirar los dibujos del bosque en absoluto silencio. Finalmente, el veinteañero le preguntó el porqué de que hubieran ido en pleno otoño a la cabaña de veraneo. "Necesitaba tomar aire fresco", contestó.

- ¿Es por Mayra? Si es así... creo entenderlo. Sé la amistad que teníais. Erais como hermanos. Aunque hay cosas que se me escapan.

- Sí, en parte es por eso. Pero tu madre y yo queríamos pasar un tiempo juntos. Y que tú estuvieras ahí. No están siendo unos días muy agradables. Sabes que, en su momento, Mayra y yo estuvimos saliendo. Fueron unos cuatro años.

- Sí, mamá me lo contó.

- ¿También que podría haber sido tu madrina? Tu misma madre se lo pidió. Pero Mayra se negó en rotundo. Decía que ese papel lo tenía que realizar alguien de la familia.

- ¿Pero no era parte de ella?

- Sí, lo era... lo es...

- ¿Y por qué lo dejasteis?

En ese instante, el hombre sacó otro pitillo. Le dio fuego y aspiró su contenido con una profunda calada. "Había olvidado lo mal que sabe", soltó mientras le daba un pequeño ataque de tos. "La relación fue enfriándose poco a poco", dijo después. "Nos queríamos con locura, pero ya no era lo mismo. Aunque nos entendíamos a la perfección ya no era lo mismo. Sin saber cómo, llegamos a la conclusión de que lo mejor era seguir nuestros caminos por separado. Después, estuvimos casi un año sin vernos".

- Sigo sin comprender. Por lo que he visto, nadie parece llevarse bien con sus ex-parejas. Dicen que es algo imposible.

- Mira, te voy a dar mi opinión. Puede que esté equivocado. Y lo más seguro es que sea así. En el amor y la amistad hay un componente que podríamos llamarle mágico. Cuando dos amigos llevan mucho tiempo sin verse suele saberse que esa relación era verdadera porque, al momento de reencontrarse, parece que no ha pasado el tiempo. La compenetración sigue siendo la misma. Eso significaría que no hubo egoísmos ni intereses.

"En el amor pasa también algo curioso. Si alguien ha querido a otra persona, si lo ha hecho de verdad, nunca deja de quererla. Entonces, aunque la vida les haya llevado por otros derroteros, siguen entendiéndose. Quizás sea algo químico, no lo sé. A Mayra y a mí nos pasaba eso mismo. Y lo mejor es que, al final, eso se trasladó a ella y tu madre. Se conocían a la perfección. No necesitaban hablarse. Era maravilloso. Era maravillosa...

"Y en los dos casos, algo muy oscuro tiene que pasar para que suceda lo contrario. Para que llegue el odio y el rencor. Pero puede que esté equivocado. No me hagas mucho caso. Saca tus propias conclusiones. No creas a pies juntillas en todo lo que digo. Ni yo ni nadie tiene la verdad absoluta. Y el que crea tenerla... suele equivocarse. Pero no me hagas mucho caso".

El joven comenzó a rememorar los días de su niñez. Mayra siempre había estado presente. Todos los recuerdos que estaban pasándosele eran junto a ella. Y estos fueron agudizándose en los últimos dos meses. Desde el día en que llegó de la universidad y vio a su padre apoyado en el fregadero. Estaba blanco. Parecía no saber qué era lo que sucedía a su alrededor. Estaba ausente. "Un accidente de coche. Mayra ha tenido un accidente. Está en coma. Y lo más posible es que no salga de esta. Los médicos le dan muy pocas esperanzas", dijo nada más notar que había entrado en la cocina.

El chaval se quedó en "shock". No podía hacerse a la idea de lo que estaba pasando. "¿Vas a ir al hospital? Si quieres te acompaño". Fue lo único que pudo decir. "Sí, dúchate y salimos para allá", le contestó. Mientras se preparaba, recreó la imagen de la mujer. Los momentos que había pasado con ella. El calor que irradiaba su presencia. Pero se sentía vacío. No sentía dolor. Ni angustia. Sólo un vacío que no podía explicar. Y este fue más grande al momento de verla tumbada en la camilla rodeada de cables y aparatos. No podía llorar. Era incapaz de soltar toda su rabia. No sabía cómo reaccionar.

Finalmente, los médicos se vieron obligados a apagar las maquinas. Parecía que Mayra se había cansado de luchar. Que en su mismo estado sabía que no iba a poder salir adelante. Era como si hubiera tirado la toalla. Aquella persona que a lo largo de su vida había demostrado tanta fuerza estaba dándose por vencida. Cuando desconectaron las maquinas fue marchitándose poco a poco hasta exhalar su último aliento. Pero algo le llamó la atención. Una lágrima surcaba el lado de la cara que veía. Y emitía una ligera sonrisa. Parecía que estaba yéndose en paz.

Luego vino el velatorio. Y el funeral. Su sensación era la misma. Sólo podía mirar a su alrededor y observar los gestos compungidos de toda la gente que iba a darle su último adiós. Pero él no lloraba. No podía expresar su pesar. Y aquello parecía estar quemándole por dentro. ¿Por qué no podía? Sería honrarla en toda su plenitud, pero era incapaz de acompañarla en ese lance. Eso le rondaba por la cabeza una y otra vez formando una roca que iba alcanzando unas proporciones gigantescas. Y ahora que estaban en mitad del bosque... esta era todavía más palpable. Aunque tratara de disimularlo ante sus viejos. Quizás por ello habían decidido ir a ese lugar. "Sabes que no soy de historias, ¿pero me dejarías que te contara una?", le preguntó su padre.

Aquello le cogió por sorpresa. Estaba tan sumergido en sus pensamientos que se había olvidado de todo lo que tenía a su alrededor. "¿Qué historia?".

- Una de esas que aparecen en las Redes Sociales. La vi hace varios días. Creo que fue en Tiktok.

- ¿Pero tú tienes de eso?

- Claro, no soy tan anticuado como te piensas.

- ¡Ni se te ocurra mirarme el perfil!

- Pero si lo tienes abierto a todo dios. Además, no soy quién para meterte en tu vida. Ni siquiera siendo tu padre. Y tranquilo, no tengo ninguno falso ni nada por el estilo.

- Bueno, pues ya te buscaré.

- Está bien, ¿pero quieres que te la cuente o no?

- Sí, por favor. Adelante.

El hombre guardó silencio. Parecía estar ordenando sus pensamientos. Escogiendo la forma en que iba a relatar lo que tenía que contarle. Sin más, y tras dar una última calada al cigarrillo y apagarlo, comenzó.

- Va... va sobre un hombre que tendría cerca de ochenta años. Vivía en el campo haciendo el trabajo que había hecho toda su vida. Cuidaba de su casa, sacaba a pastar al ganado, daba de comer a los animales, cortaba la mala hierba... Pero un día, mientras estaba reparando el vallado de uno de sus terrenos, se dio un martillazo en el dedo.

"El dolor era insufrible. Además, notó que estaba roto. Como comprenderás, decidió ir a urgencias. Era poco más de las nueve de la mañana. Pensó que el asunto iría rápido. Así que fue, y tras esperar unos veinte minutos, le llamaron. En cuanto vio al médico le dijo que, ante todo, le disculpara. Que tenía prisa. Y que, aunque no quería importunar en su trabajo, a ver si podía aligerar un poco el trámite. De todas maneras, ya sabía lo que tenía. Y, por lo tanto, a qué debería atenerse.

"«No puedo hacer eso», le contestó el doctor. «Pero, si me deja seguir el protocolo, le aseguro que terminaremos antes de lo que piensa». El anciano asintió y confió en él. Paso tras paso, le dieron el diagnóstico y le enyesaron la mano. Por fortuna, podría seguir haciendo las tareas. Y eso le tranquilizó. Así que, en cuanto le dio las gracias al galeno, se despidió de él. Pero, al momento de ir a atravesar la puerta, a aquel hombre le entró la curiosidad. «Espere, ¿me podría decir por qué tiene tanta prisa?».

"- Tengo una cita. He quedado con mi mujer.

"- Oh, vaya. ¿Es su aniversario o algo así?.

- "Ha acertado a medias. Desde hace siete años lo celebramos todos los días.

"- ¿En serio? ¿Y eso por qué?.

"- Porque ella no me recuerda. Sufre de Alzheimer. Y está en la última fase. Todos los días voy a la residencia en la que está ingresada. Voy allí, me pongo de rodillas delante de ella y le vuelvo a pedir que se case conmigo.

"El médico no daba crédito a lo estaba escuchando. «¿Y ella cómo responde?».

"- Llora y me dice que sí. Lo hace de la misma manera que cuando aceptó hace tanto tiempo.

"Al escuchar esto, el médico no sabía qué decir.

"- Luego solemos ir a dar un paseo. Ella va en silla de ruedas y yo la empujó. No dice nada más. No expresa ninguna emoción. Pero todos los días me dice que sí a casarse conmigo.

"Entonces, el hombre se dirigió hacia el anciano y le dio un fuerte abrazo. Los dos comenzaron a llorar. «Tranquilo, son trances de la vida. A algunos nos toca esto y a otros otras cosas. No hay nada escrito. No hay reglas fijas. Escuche a su corazón y haga lo que tenga que hacer». Tras decir esto, el anciano abandonó el lugar dejando al otro allí. Este se sentó y volvió a llorar. Tras cinco minutos de desahogo, fue a lavarse la cara y llamó a la enfermera. Le pidió que, por favor, pasara el próximo paciente".

El chico rumiaba todo lo que acababa de escuchar. Y lo hacía mirando directamente a un árbol. Era enorme, verde y frondoso. A pesar de ser otoño todavía pululaban los pájaros en sus ramas. Y podía distinguir algún que otro insecto, además de animalitos que merodeaban alrededor de su base. Su padre volvió a ofrecerle otro cigarrillo y cogió uno para él. "¿Sabes una cosa? Mayra me presentó a tu madre. Estudiaban juntas. Fue dos meses después de reencontrarnos. El mismo tiempo que ha tardado en marcharse".

- ¿Por eso ibais a verla todos los días?

- En parte sí. Aunque hay otro motivo que desconozco. Quizás sea el subconsciente tratando de aferrarse a algo que sabe que no tiene remedio. No lo sé. Pero sólo es mi punto de vista. Mi opinión. Y te lo repito. Tienes que sacar tus propias conclusiones.

El chico dio una calada mientras meditaba. Entonces, escucharon una voz detrás de ellos. "¿Queréis un poco de café?". Era su madre. "¿Cuánto tiempo llevas ahí?", preguntó el chaval.

- El suficiente para saber que tu padre ha vuelto a fumar y te está llevando al vicio. Anda, dame el paquete.

Su marido se lo dio. "¿Queréis café o no?", volvió a repetir. "Sí, por favor", dijeron al unísono. Agarró el tabaco y fue a la cocina. Lo tiró al interior de la chapa encendida y esperó a que fuera consumiéndose. Cuando lo estuvo, cogió dos tazas y la cafetera. Además de un vaso de cristal que tenía el té que tenía por costumbre tomar; al igual que Mayra. Pero antes de todo esto, agarró un cigarrillo.

Al salir al porche, les dio su bebida y se sentó en una vieja silla de madera. Dio un suave trago y le pidió el mechero a su marido. "Respirad la naturaleza a la cual pertenecemos". Fue entonces que encendería el cigarro. Su marido no dijo nada. Sabía que ella había escuchado toda la conversacion. E intuía lo que en la cocina acababa de pasar. Al ver esto, al verla fumando, el chaval rompió a llorar.
















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