CUANDO LE DIO POR PASEAR POR UN VOLCÁN
Hacía frío. De desolador
se podría describir
cuando, incluso, la lava
estaba, más que nunca, a punto
de desbordarse
por las esquinas de aquel cono
que calor debería emanar.
Con tranquilidad paseaba,
pero el frío parecía introducirse
por cada uno de sus huesos
como si se tratara de humedad
cuando tenía que haber
una temperatura inhumana.
Pero la lava quemaba.
Era por el frío al introducirse
e ir desgarrando los huesos
hasta volverlos en una capa
de fina arena que
lentamente se cristalizaba.
Pero no tenía de tiempo
por el cual discurrir
de situación tan rara.
Tenía que buscar un resguardo
que cobijarse.
Demasiado tiempo había estado
en aquellas circunstancias.
Y buscando, rebuscando
por aquel lugar, una cueva
observó desde la cual
emanaba una fuente de calor
pareciendo que la lógica natural
no hubiera sido alterada.
Consiguió guardar reposo
e ir recuperando las fuerzas.
Juntó, entonces, la arena
que iría extrayendo desde sus huesos.
Estas eran diamantes por las pisadas
presionando en su caminar.
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