La cabaña, la crisis del escritor y la historia de la Dama

"Y se abalanzaba sobre mí con los brazos extendidos como si me estuviera dando la bienvenida"

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- Estaba... estaba pensando en contarte la historia de la Dama. Pero se parece mucho a tantas otras que hay en el folclore. No creo que merezca la pena intentarlo.

Dejando de lado el plato de caldo, se levantó y miró por la ventana. Lo hacía en la dirección que estaba el árbol en el que hubiera estado la figura aquella. Por un momento volvió a sentir la misma sensación que en sus alucinaciones. El temor y los sudores fríos regresaron. "¿Y por qué no vas a contármela? Ya decidiré si merece la pena o no después de escucharla".

- ¿Incluso sabiendo de antemano cómo acabó?

Asintió con la cabeza.

El médico le miró desde el centro de la estancia, completamente erguido e inmóvil. "De acuerdo. Pero debes comer. Lo haré en la sala. Voy a preparar fuego".

...

"Según cuentan sucedió hace unos 50 años; en otra cabaña que está a 2 kilómetros de aquí. Todavía sigue en pie, pero nadie la ha usado desde entonces. Imagínate el estado en el que está. El techo se derrumbó hace tiempo y el piso de arriba cedió. Esta llena de plantas. Se ha transformado en una parte más del bosque.

"Ellos se llamaban Celia y Arturo. Tenían los dos 20 años y se conocían desde la época del instituto. A pesar de que ella era muy tímida esto no le impidió ser bastante popular. Además era buena estudiante. Salió del pueblo con tal de estudiar Magisterio Infantil. Él era bastante antisocial, o eso decían. Casi siempre se le veía solo, aunque solía ser amable y atento. No llegó a acabar el instituto e hizo mecánica. Esto le habría podido abrir muchas puertas, pero decidió quedarse aquí y trabajar en la granja de su padre. Se encargaba del mantenimiento de las máquinas.

"Comentan que comenzaron a salir ese mismo verano, sobre todo en los ratos que él tenía momentos libres. Se les veía muy felices. Incluso, Arturo empezó a relacionarse más con la gente y pareció que en aquel periodo de tiempo desapareciera esa fama que te he comentado. Así que resulta que decidieron pasar un fin de semana en la cabaña. Fueron solos. Sin la compañía de nadie.

"No me preguntes cómo, pero aseguran que el primer día fue fabuloso. Hasta que llegó la noche. Arturo habría preparado una cena romántica. Los pocos que le conocieron decían que era un fantástico cocinero. Y que puso todo su esfuerzo en ese instante. Se dice que le iba a pedir que no se fuera del pueblo. Que se quedara allí después de que pasara el verano. Pero ella rehusó. Quería terminar sus estudios y al mismo tiempo mantener la relación. Eso a él le habría parecido insufrible, sobre todo por la distancia. Habría dicho que aquella no era forma de hacer las cosas. Y discutieron. Pero pasaron la noche juntos. Y todo comenzó a la mañana siguiente.

"Ella se despertó al amanecer. Y no le vio en la habitación. Esta estaba en el piso superior. Así que bajó con tal de encontrarle. Tampoco estaba. La cabaña tiene un pórtico, por lo que pensó que estaría allí. De hecho, eso mismo solía hacer por las mañanas en la granja de su padre hasta que comenzaban trabajar. Solía desayunar de esa forma. Pero no estaba. De repente, escuchó el sonido de alguien cortando leña. Venía de la parte de atrás. Contenta por saber que lo había localizado, se dirigió a la cocina. Notó que no había comido nada, así que decidió prepararle el desayuno y se lo llevó. Lo encontró cortando madera con un hacha que habían visto en el trastero. La miró directamente.

"- ¿Has tomado una decisión?

"Eso mismo le habría preguntado mientras ella vestía un camisón blanco, justo como el que describes que viste en tus alucinaciones. Apenada, le dijo que su propósito seguía siendo el mismo que en la noche anterior. Él se dirigió hacia ella y tomó la taza. En ella había café. Lo bebió prácticamente de trago. "Lo que vamos a hacer ahora es jugar al gato y al ratón, así que más te vale que corras más que yo", cuentan que le dijo. ¿Cómo se sabe eso? Nunca nadie ha dado una explicación.

"Alzó el hacha y comenzó a emitir un grito gutural. "!No soy un gato, soy un león y tú serás el resto de mi desayuno!". Aterrada, Celia habría caído hacia atrás, golpeándose contra el suelo. A duras penas habría podido levantarse y comenzar a correr mientras escapaba descalza de Arturo. Él la seguía mientras jugaba con ella. "¡Corre, corre, gatita! ¡Más te vale que lo hagas y que sea más rápido que yo! ¡No sabes el regalo que vas a recibir!". Ella corrió y corrió. Dicen que su camisón, de un blanco impoluto, fue desgastándose mientras se manchaba con toda la naturaleza del bosque que encontraba a su paso. Y habría llegado justo hasta aquí, a ese árbol que contemplas con tanto nerviosismo".

Lo volvió a mirar. Resultaba ser un árbol triste, melancólico. Incluso depresivo. Parecía que reflejaba un trágico suceso que hubiera pasado ahí hacía mucho tiempo atrás. "Se estuvo alimentando de la misma sangre de la muchacha que se filtró a través de la tierra", le dijo.

- ¿Cómo acabó con su vida?

- La habría alcanzado ahí. Podría haberse salvado. Había un teléfono en esta cabaña y estaba habitada. Pero no consiguió llegar. ¿Qué le hizo? Hay muchas suposiciones, pero los resultados de la autopsia no salieron a la luz. Lo que sí está claro es que fue ahorcada después de ser torturada. Las gentes que vivían en esta cabaña no alcanzaron a oír sus gritos de socorro. Cuando descubrieron su cuerpo ya era demasiado tarde.

- ¿En serio? ¿Nadie vio ni oyó nada?

- Únicamente ellos dos lo supieron. Y Arturo nunca más fue visto. Se ignora lo que pasó con él.

- Yo sí lo sé -, dijo una tercera voz en la estancia.

...

Se sobresaltaron. El fuego de la chimenea brotaba con fuerza. "¿Puedo acercarme y entrar en calor?", preguntó una extraña figura femenina. "En realidad no lo necesito, pero siempre es agradable. Además, es la primera vez que se habla de ello en este mismo lugar y eso ha hecho que se acabe la maldición. Calculo que me quedará media hora con tal de partir, pero os puedo decir lo que ocurrió realmente en ese momento".

Se miraron perplejos. Delante de ellos, la figura que había descrito en sus delirios iba tornándose más cálida y perdía toda la suciedad. Su pelo negro recuperó sus formas castañas y rizadas permitiendo ver unos ojos verdes mezclados con un gris claro. Sus uñas volvieron a ser transparentes. Y su rostro perdió todo resto de sangre hasta iluminarse por completo.

- Me clavó el hacha. Primero en la espalda haciéndome caer. Me dio la vuelta e hizo lo mismo sobre mi estómago. Me golpeó a base de patadas por todo el cuerpo. Luego pasó a estrangularme hasta que casi me asfixia por completo. Ahí paró. "Vamos a descansar", me dijo para después escupirme. Sacó una petaca con whisky. Nunca lo había visto beber. Me dijo que había que celebrar aquel momento tan especial. Me hizo beber y casi me ahogo con ese sabor tan repugnante. Al vomitarlo, me dio otra patada. "¡Con la comida y la bebida no se juega!", me gritó.

Guardó silencio mientras frotaba sus manos cerca del fuego. Parecía que quería que entraran en calor. "Qué sensación tan agradable", comentó. Se volvió para mirarlos. "No me tengáis miedo". Suspiró mientras apartaba la mirada de ellos y comenzaba a llorar. "No fueron delirios por la fiebre. Estaba tratando de entrar en la casa y hacerme visible. Pero hasta el momento que alguien relatara la historia en su interior no podría recuperar mi forma normal, por decirlo de alguna manera. Me lo dijo el mismo Árbol que mirabas".

- Dejad que continúe, por favor. Arturo tenía una fuerza que se salía de lo normal. Y me levantó como si fuera una muñeca de trapo. Lo hizo agarrándome del cuello, izándome mientras pegaba mi espalda contra la corteza del Árbol. "Se acabó, pequeña", repetía una y otra vez mientras apretaba cada vez más fuerte. Fui desapareciendo poco a poco y justo antes del final las raíces lo atraparon. Aunque era ya muy tarde para mí.

"Vi la forma en la que lo envolvían y su sangre brotaba entre estas. Y desaparecía poco a poco, la absorbía. No emitió ningún grito. Más tarde, el Árbol me dijo que no había sufrido. Su savia tiene una especie de anestesiante. No se enteró de nada. Pero sí pude oír la forma en que sus huesos se partían y se iban volviendo papilla con tal de asimilarlos por completo. Su pelo oscuro fue lo último que llegue a atisbar. Y esto no fue aprovechado. Un soplo de viento hizo que se esparcieran y desaparecieran por todos los lados.

"Cuando esto acabó llegó mi turno. Pero no de la misma forma. Sus raíces me abrigaron y me introdujeron bajo tierra protegiéndome. Y lo hieron hasta que encontraron mi cadáver. No fui ahorcada. Fui estrangulada, pateada, humillada. Cuando estaban buscándome y llegaron hasta aquí me sacó a la superficie. Para entonces ya me había explicado lo que me pasaría convertida en un espíritu. Muy a su pesar, huirían de mí por mi aspecto hasta que alguien contara la historia en el interior de esta cabaña. Por eso tenía esa apariencia tan lúgubre y triste. Incluso mortecina. Aunque muchos no lo crean, ellos pueden comunicarse y sienten. Son capaces de amar, de reír, llorar y, por supuesto, sufrir. En estos 50 años ha estado penando por mi desgracia".

Mirando el fuego, volvió a frotarse las manos al calor de este. "¡Qué sensación tan agradable! ¡Cómo la voy a echar de menos!", comentó. Tornó su mirada hacia ellos y dejó ver una triste sonrisa que estaba marcada por el surco de sus lágrimas. "Siento no poder contaros mucho más. Las historias que sobre mi se cuentan son de las veces que traté de explicar mi situación. Pero nadie la contó dentro de estas cuatro paredes y salían corriendo en cuanto me veían. Nunca quise ser famosa, y parece que lo soy muy a mi pesar".

"Tengo que dejaros. Imagino el mal rato que os he hecho pasar. Sé que tardaréis en recomponeros. Pero debo pediros un favor".

- ¿Cuál? -, respondió el médico.

- Tenéis que hacer lo que sea con tal de proteger al Árbol. Si algo le pasara se liberaría una desgracia que pocas veces ha visto o imaginado la humanidad. Esa amenaza desaparecerá siempre y cuando el árbol no desaparezca por acción de la mano humana. Se arriesgó mucho al hacer lo que hizo, y lo que su desaparición fortuita ocasionaría sería una catástrofe. 

- ¿Arturo tiene que ver algo con todo ello? -, volvió a cuestionar el médico.

- Sí. Se trata de su maldad. Está retenida en el Árbol. Él no la deja salir. Y esta va aumentando a medida que pasa el tiempo. Sólo Él puede contenerlo. Y lo hará hasta que desaparezca de forma natural. La acción humana es la llave con tal de liberar esa maldad. Y en caso de ser así mi alma volverá a estar junto a su rabia hasta que el mundo deje de ser mundo.

Guardó silencio durante un rato.

- ¿Y tú, escritor sin inspiración? ¿Escribirás tu novela tomando esto de punto de partida?

- No lo sé. Podría ser una buena contribución hacia la protección del Árbol...

Celia comenzó a desaparecer lentamente. Su mirada irradiaba una mezcla de felicidad y tristeza. "Va siendo hora de descansar, gracias por escucharme". Su figura se fue haciendo cada vez más trasparente hasta no verse nada. "Adiós", dijo una voz lejana. El fuego se apagó y volvió a encenderse.

Entonces se oyó una voz aterradora. "¡Corre, corre, gatita! ¡Más te vale que lo hagas y que sea más rápido que yo! ¡No sabes el regalo que vas a recibir!". De repente, emitió un grito que se fue apagándose poco a poco. Las ramas empezaron a temblar y parecían pelearse entre ellas. El cuerpo entero del Árbol se contraía con fuerza en aquel momento. Cuando se detuvo pareció que tenía un rostro que se iba calmando poco a poco. Pero al mismo tiempo reflejaba un inmenso dolor.


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