Una cena de despedida


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- ¿En qué piensas?

Aquella pregunta la sobresaltó. No esperaba que le dijeran algo en aquel momento. De hecho, cenando como estaban, no tenían la costumbre de hablar en esos instantes. Aunque tampoco recordaba la última vez que lo hicieron.

Le miró y se llevó la mano a la cabeza. Antes de contestar movió levemente los labios. Esto provocó una extraña mueca que hizo reír a la persona que tenía delante.

- En serio. ¿En qué piensas?

- En nada. Bueno, en que tal vez deberíamos quedarnos en el mundo de nuestros sueños.

La respuesta le cogió por sorpresa. Hacía tiempo que no la veía en ese estado filosófico. Mucho tiempo atrás podía pasarse horas escuchándola sin decir nada. No se trataba de una verborrea complicada. Pero sus pensamientos iban hilándose poco a poco hasta lograr un conjunto que parecía resumir el mundo entero. Que tuviera razón o estuviera de acuerdo... eso ya era otra cosa. Pero le resultaba fascinante escucharla.

- ¿Te acuerdas de "Alicia en el País de las Maravillas"? Tal vez estés volviendo a encontrarte con tu "muchedad".

- No creo que se perdiera. Se encontrará agazapada hasta que llegue la hora de tomar el té a la hora del desayuno al momento de merendar la cena.

Rieron. Vaya si rieron. Y lo hicieron como hacía mucho no lo hacían. Por un momento parecía que no había transcurrido el tiempo desde que comenzaron a vivir juntos. Cinco años habían pasado ya. Seguían traduciendo el más mínimo detalle del ánimo del otro, pero aunque no había ocurrido nada entre ellos su relación se había enfriado. Él la miró nuevamente.

- ¿Estás segura de que vas a irte?

- Es una oportunidad que no puedo perder.

Suspiró y se sirvió un poco de agua. La tenía sentada enfrente suyo, como siempre habían hecho cuando cenaban en la mesa de la cocina. Le dio un trago.

- Te lo volveré a preguntar. ¿Estás segura?

- Sí, además no hay nada que me ate aquí. Bueno, sí lo hay, pero necesito cambiar de aires y esta es mi oportunidad. ¿Me vas a echar de menos?

- Sabes que sí. Y también que apoyo tu decisión, aunque me duela. Además, encontraré tranquilidad. No sabes lo que han sido estos cinco años cada vez que te traías un ligue. ¡Menudos escándalos!

- No protestes. Le estaba haciendo un favor a tu "vouyerismo"...

Esta vez rieron a carcajadas... Ella encendió un cigarrillo y se lo ofreció. "¿Tanto jaleo armaba?".

- Sí. Y en más de una ocasión me fui de casa con tal de dejaros tranquilos. Creo que el camarero del bar se lo olía cuando me veía aparecer.

- ¿Por qué no me lo dijiste?

- No tiene importancia. No iba a cortarte el rollo. ¿Quieres un poco más de agua?

- No, tranquilo. Si eso ya me serviré. Pero dime una cosa. En todo este tiempo nunca te he visto con nadie. ¿Tiene alguna explicación?

- Me aburro con facilidad de las personas. Me resulta complicado sentirme cómodo.

- Vaya, y nos conocemos desde hace 8 años. Debo considerarlo un halago, entonces. ¿No te habrás enamorado de mi, verdad?

- No, tranquila, tampoco es eso. Estoy bastante agusto como estoy. Creo que lo podría definir así...

- Es una lastima, tienes una conversación interesante... Pero entiéndeme, necesito nuevos aires, nuevos lugares... Y esta es mi oportunidad.

- Te entiendo perfectamente. En tu lugar haría lo mismo. Seguiría con mi forma de ser, pero también lo haría.

Se miraron a los ojos y ambos esbozaron una sonrisa cómplice. Estaban siendo sinceros. Se conocían bien. Y los dos sabían que no había ningún tipo de rencor entre ellos.

- ¿Nunca has pensado en irte tú también?

Guardó silencio. Estaba pensando. Se levantó de la mesa y miro por la ventana de la cocina. La calle está oscura, en silencio.

- Sí, lo he pensado muchas veces. Pero nunca he encontrado un motivo que me empuje a ello. ¿Pero quién sabe? Quizás un día me de la ventolera y me vaya. ¿A dónde? Tengo algunas ideas, pero ya se verá.

Se volvió a sentar en la mesa y la observó detalladamente. Su pelo rizado y castaño contrastaba con sus ojos azules. "Pero iré a visitarte, te lo puedo asegurar".

- Serás bienvenido.

- Sobre todo teniendo en cuenta que algo me dice que no regresarás.

- Esa es la idea.

Suspiró aliviado mientras ella volvía a sonreír. "Voy a fregar los platos, ¿quieres ver una película o vas a ir a la cama? Mañana te espera un largo viaje".

- Déjalo, ya friego yo. Iré a la cama. Necesito descansar.

- Vale, si necesitas algo dímelo.

- Ve a dormir. ¿Me acompañarás a la estación?

- Sí, buenas noches.

- Hasta mañana.

Cuando terminó de fregar escuchó el silencio que había en la casa. Le resultaba increíble que después de tanto tiempo fuera a dejarla. Fue a su habitación acariciando las paredes. Lo hizo sin luz. Quería guardar aquella sensación en sus recuerdos. Al entrar en su cuarto miró la maleta. Su armario estaba vacío. Y sobre su cama únicamente estaba la manta con la que pasaría la noche. "Menudos escándalos habrá tenido que soportar", pensó mientras se reía.

Se metió al "sobre". Así lo llamaba. Al principio, los nervios no la dejaron dormir. Cuando el sueño le iba invadiendo la despertó el sonido de un balde de basura. A continuación, los maullidos de dos gatos inundaron las calles. Cuando cesó todo aquel barullo se durmió. Y comenzó a soñar que viajaba en tren. El mismo que cogería unas horas después. Este se introducía en un túnel que por momentos iba adquiriendo más luminosidad. Sonó el despertador. Tenía que levantarse. Y lo hizo.

El olor a café recién hecho llegaba desde la cocina. Al llegar allí él le ofreció uno tal y como le gustaba. Cargado y con una pizca de leche. "Bébelo tranquila, aún queda tiempo". Se había duchado la noche anterior, así que solamente quedaba salir. Antes de cruzar la puerta echó una mirada atrás. La sala parecía más pequeña de lo que recordaba. Pero no importaba. Se aguantó las ganas de llorar cuando estas afloraron. Y le miró por última vez bajo la luz de aquel lugar. "Vámonos".

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