El punto de no retorno habido en el laboratorio


"Tengo que cambiar tu programación; lo empático no me sirve en mis propósitos". Lo dijo observando cada uno de sus movimientos. La forma en que servilmente dejaba el café que le había pedido. "Pero, señor, ¿cómo entonces habré de cumplir sus deseos si no logró ponerme en su lugar?", contestó la rechoncha figura que hacía las veces de mayordomo. Dudó en decir lo que tenía en mente. "Si no redirijo tus directrices no podré obtener mi venganza".

Suspiró. "A eso mismo me refiero", prosiguió. "Si quiero llevar a buen puerto mis planes habrás de volverte en un arma de guerra... y creo que ya sé cómo hacerlo", expresó mientras acariciaba su frondoso y canoso bigote.

Número 19 lo observó. Su gesto denotaba sorpresa. Pero esta no era real. Sólo eran sus algoritmos. Y estos hacían que simulara las emociones humanas. De la misma forma que hacen los psicópatas. Aunque, bien pensando, y si llevaba a cabo lo que tenía en mente, lo podría aprovechar. Eso vendría bien en el campo de batalla. Y es que, al igual que en los tiempos antiguos, el no sentir emociones era útil en el combate. Algo que en la sociedad actual no era necesario. "Menuda forma de tergiversar una característica humana; volviéndola una trastorno mental", concluyó.

El robot siguió analizando a su creador. El Doctor Gero tenía la vista frente al ordenador. Y en él aparecían una serie de soluciones a lo que estaba maquinando. "Hay algo que no comprendo, señor", comentó el robot.

- No. No es eso. No estás capacitado hacia asimilar ciertas cosas. Y tu programación hace que te expreses de esa forma. Pero, de todas maneras, trataré de resolver tus dudas. Tienes permiso para hablar.

- ¿Por qué ha creado a Número 16?

- Por si 17 y 18 fallan en su misión. Pero no le des importancia. Es un fracaso. Su amor por los humanos y la naturaleza harán que todo se vaya al traste.

- ¿Acaso su hijo no era así? Lo ha creado a su imagen y semejanza.

- Sí. Era característico en su carácter. Pero no pensé que esto conllevara que pudiera ponerse en medio en cuanto arrancara mi plan. Las simulaciones sobre lo que sucedería son muy claras y explícitas. Lo mejor es que, por ahora, se quede donde está. Sacaré la bomba que lleva en su interior y, después, lo destruiré.

- ¿Y a Cell?

- Por orgullo. Quería demostrarme que soy capaz de crear vida que tenga un alma. Secuestrar a unos jóvenes, como fue el caso de 17 y 18, y transformarlos en ciborgs no fue complicado. Sólo tuve que dar con la tecla mediante la cual los dos sistemas, el orgánico y el artificial, crearan una simbiosis. Pero he de anular sus personalidades. Hasta que lo logré tendré que tener encima mío el mando que inutiliza sus funciones.

- ¿Por qué, entonces, ese énfasis en crear la criatura perfecta?

- Soy el científico más grande de la historia. No puedo quedarme en criaturas insignificantes. Mi obra tiene que estar a la altura de mi intelecto e ingenio.

- ¿Y que función me corresponde?

El científico sonrió. "Ya te lo he dicho. Voy a alterar tu programa". El androide no comentó nada. Parecía estar aguardando a que siguiera su explicación. Y lo hizo.

- Lo primero será que te vuelvas la herramienta que me convierta en un androide. Después, cuando yo mismo sea un guerrero capaz de acabar por mí mismo a Goku y sus secuaces, te transformaré en algo parecido a mi nueva apariencia. Serás un buen guardaespaldas. Con un poco de suerte ni siquiera tendré que pelear.

- ¿Qué pasará con los otros?

- En principio, los destruiré cuando terminemos la misión. Menos a Cell. Me servirá con tal de explorar el largo y ancho del universo. Todos sus secretos. Y mientras eso sucede iré aumentando mi poder. Dejaré de lado la absorción de energía. Entre tus nuevas capacidades tú también dispondrás de esta última.

- ¿Cuándo va a comenzar a realizar esos cambios?

- Pues ya que lo mencionas... Ahora mismo. Siéntate en esa silla de ahí. Será cuestión de un par de segundos. El tiempo que tarde en introducir tus nuevos parámetros. Luego te reiniciaré y empezarás con la operación que me transformará en androide. Tendrás todo lo necesario en tu sistema.

Número 19 no dijo nada. Sólo obedeció. Se sentó donde Gero dijo. Parecía una estatua de mármol. Carente totalmente de vida, pero con un increíble brillo en su piel que era creado por la escasa luz proveniente de los focos habidos en el laboratorio.

- Bien, vamos allá. Por cierto, no recordarás nada de lo sucedido hasta ahora. Será una especie de nuevo comienzo.

- Está bien, Señor Gero.

- Qué raro se me hace todo esto. Me refiero al hecho de estar dándote explicaciones cuando no tendría que hacerlo. En el fondo, eres una criatura extraordinaria. Una de mis mejores creaciones. Pero alcanzaré la excelencia en cuanto me transforme. Entonces, nada de lo que hasta este momento ha conocido el mundo tendrá sentido. Una nueva era comienza.

- De acuerdo, señor.




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