El día en el que una película sacudió el mundo

Parece ser que todavía hay, a lo largo del planeta, seres humanos que no han tenido contacto con esta, nuestra “civilización avanzada”. Ese adelanto nos hace creernos superiores, pero ¿y si nuestra moral se mostrase depravada al contactar con ellos?

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Es de suponer que la mayoría de ustedes, casi todos nosotros, tendremos algún recuerdo de infancia, de esa época que es anterior a la etapa adolescente, que puede estar parcialmente condicionada por el contexto en el que se hubiera vivido una determinada situación. No estamos hablando de recuerdos reprimidos, no. A lo que nos referimos es a una situación en particular en la que tenemos presente un aspecto o acto en concreto. Los que nos criamos con la televisión en esos tiempos en los que la caja tonta en blanco y negro todavía seguía pululando en menor medida, las cadenas autonómicas estaban empezando y la asistencia a los cines, e incluso autocines, parecía un ritual en los fines de semana, vimos aquello que poco a poco fue desapareciendo y hoy en día, en menor medida, sigue presente: los videoclubs. Esto, llevado al marco de una edad comprendida entre, por ejemplo, los 5 y 10 años, conlleva que, para bien o para mal, podamos tener en nuestra psique grabadas algunas escenas de películas, series, dibujos animados,… de los cuales recordamos perfectamente una determinada situación sabiendo en que producto estaba insertado y, sin embargo, no recordar nada de su totalidad.

En mi caso, y haciendo un ejercicio para que no se apodere de mi esa infame actitud que es la autocensura, uno de esos instantes se daba en una película que fue estrenada a nivel estatal el 19 de octubre de 1980. Se trata de una producción italocolombiana que causó un gran revuelo en la opinión pública debido a la viscerabilidad de su realismo a la hora de narrar la historia. No sabría decir qué edad tenía en el instante de visionar el largometraje, pero, ateniéndome al mobiliario que alrededor mío había, diría que contaría con la edad comprendida en esa misma franja que hemos comentado anteriormente, la que iría de los 5 a los 10. La escena en cuestión, no será la única que descubriría que tenía ahí dentro guardada sin recordar el contenido de otros filmes, series o demás, mostraba a una persona, un varón para ser más exactos, al cual se le seccionaba el miembro masculino. Lo que recordaba era la forma en la que un cuchillo, mientras el hombre era sujetado por varias personas, mutilaba un pene de forma suave mediante movimientos acompasados. La sangre manaba a borbotones a la vez que se podía contemplar completamente desnuda la cavidad de la uretra. Años después, tras volver a visionar el trabajo dirigido por el italiano Ruggero Deodato, descubriría que, quitando el espectacular plano del orificio de la uretra, la escena era completamente diferente a lo que recordaba.

Muchos de ustedes ya habrán acertado que la obra sobre la que estoy comentando esto se trata de “Holocausto Caníbal”, una película cruda, visceral y verdaderamente explícita a la hora de narrar los hechos acontecidos en la amazonía colombiana, más concretamente en una zona a la que denominan “Infierno Verde” al comienzo del film. Su estreno, tal y como se ha mencionado anteriormente, causó tal revuelo que, incluso, Deodato, el director, llegó a estar acusado de homicidio y se vio obligado a sacar a la palestra a los actores con el propósito de mostrar que seguían vivos. Con esta acción tuvo que incumplir el contrato que tenían firmado los interpretes, quienes mediante él deberían haber estado un año sin hacer acto de presencia. Se trataría, por tanto, de una excelente estrategia de marketing que se vio truncada por el escándalo que rodeó su estreno. Pero todos estos traspiés sirvieron para aumentar el éxito de la hora y media que dura la película y hoy en día es considerada una cinta de culto. Una mujer lapidada tras un ritual de castigo por un supuesto adulterio, otra que es asesinada tras dar a luz a una criatura que se puede sobreentender es fruto también de una infidelidad o alguna enfermedad sexual, violaciones, amputaciones, empalaciones, asesinatos, muertes reales de animales que sirvieron de contexto al film y que después verdaderamente fueron consumidos, orgías implícitas, sexo delante de un pueblo atormentado por la barbarie de occidente con el propósito de forjar la dominación en la pareja y el grupo, la infamia de la supuesta superioridad del presunto mundo civilizado ante el que se considera “primitivo”,… todo ello con la intención de mostrar la barbarie e hipocresía carente de escrúpulos del Ser Humano.

Lo explícito contra lo poético

Pero, aquí viene una pregunta que puede ser esencial a la hora de comprender la forma en la que se realizó la película, ¿era necesaria la brutalidad y explicitud para dar sentido a lo que quería narrar el director? Desde mi punto de vista, sí. Parto desde la opinión de que semejante realismo era necesario si se quería hacer llegar y dar a comprender el contenido ¿Se podría haber llevado a cabo de una manera, por decirlo de alguna forma, más pulcra, poética y con metáforas? Sí, sin duda alguna podría haberse logrado. Incluso hacer llegar el mismo mensaje. ¿Habría obtenido el mismo éxito? No, sinceramente, no lo creo. La originalidad y belleza del largometraje, sí, han leído bien, belleza, se basa en eso mismo, en representar actos que nos pueden resultar bestiales y antihumanos para hacernos ver que lo que nos rodea es todavía más cruel que eso que se nos enseña mediante la expresión artística que es el Séptimo Arte. Consigue de una forma tajante llegar hasta lo más profundo de nuestros instintos, logra que consigamos sentir asco, nauseas, rabia, impotencia,… en todas las escenas que están recreadas con el fin de explicar el todo. Y ahora viene lo más brillante de la labor de Deodato. Todo ese asco que podemos sentir mientras visionamos el todo consigue que las imágenes de ejecuciones en guerras, esclavitud, barbarie,… queden en un segundo plano y el italiano logre su objetivo. Mostrar la hipocresía de la especie humana, la cual mira hacia otro lado ante el canibalismo que le rodea mientras está plácidamente en sus hogares y se escandaliza o admira por las visceralidad de la película.

Ahora, antes de proseguir, permítanme que realice una serie de cuentas. Veamos: siete y tres son doce y me llevo una, trece menos cinco tiene un exponencial elevado al cubo que da un 23 al que le tengo que añadir el resultado de esta regla de tres por lo que obtengo un 57. A esta cifra le tengo que restar un 17 que me acabo de sacar de la manga igual que un tahúr y me sale la cifra redonda de 40; justo los mismos años que cuenta la película. Tres menos de lo indica mi carnet en el que se refleja mi número del Documento Nacional de Identidad. Olvidándonos de semejante estupidez que acabo de narrar y centrándonos en algo bastante importante; ¿qué es lo que narra la película? Su historia, simple y a la que podríamos tildar de hasta convencional y en los cánones narrativos nada revolucionaria, nos cuenta el viaje que realiza el antropólogo Harold Monroe a través del Amazonas colombiano en busca de cuatro reputados periodistas y su guía. Los cinco, dos meses atrás, habían desaparecido tras ir en busca unas tribus aisladas en el interior de la selva y que se presupone son caníbales. Tras varias peripecias y entrar en contacto con las tribus que habían estado los reporteros, descubre sus cadáveres y material cinematográfico que habían grabado. Los Yacomo, quienes eran los que guardaban sus restos como si espíritus malignos se trataran, le hacen entender que realizaron actos infames para acabar de esa forma. Tras conseguir que los Yanomano le den el material se traslada a Nueva York y le proponen ser el conductor de un reportaje que se llevará acabo en honor y memoria de los fallecidos. Aceptará la propuesta e irá entrevistándose con familiares y gente cercanos con el fin de conocerlos a la vez que va visionando las cintas. Poco a poco irá atando los hilos que rodeaban el caso e irá profundizando más en la turbia personalidad y la falta de escrúpulos de estos a la hora de realizar su trabajo.

La excelsa labor de Ruggero Deodato a la hora de plasmar el guión escrito por el también italiano Gianfranco Clerici se basa en recrear las situaciones sin miramientos, de forma directa y con ausencia de experimentos mediante los planos o movimientos de cámara. El acierto en elegir los parajes de la selva donde se grabó el documento quedan perfectamente reflejados en unas panorámicas del lugar que muestran, por un lado, la infinita belleza de esa parte del pulmón del planeta y lo que podemos entender como la intrínseca brutalidad que hay en el equilibrio de la naturaleza. Todo esto se debe a la labor del director de fotografía Sergio D’Offizi, quien plasmaría el lugar elegido para la filmación por el propio director y el productor, Franco Palaggi. Uno de los aspectos fundamentales del elaborado montaje que realizó Vincenzo Tomasi es el acierto por parte de Deodato de plasmar las dos historias con una textura distinta en las imágenes. Mientras que en la parte que muestra la búsqueda a manos del profesor Harold Monroe (Robert Kerman) se nos presenta con una calidad de imagen propia del cine, las referidas a los cuatro reporteros y su guía tienen la apariencia de una cámara de video casera más propias de un documental de guerra con mala calidad, las cuales, dependiendo de las circunstancias, llegan hasta a no tener sonido. Y he aquí otro aspecto fundamental a señalar en el trabajo del director. Las interpretaciones de los actores también están divididas en su manera de actuar. Mientras que la parte que narra las peripecias del profesor llegan a estar por momentos sobreactuadas con esa misma intención, la trama correspondiente a los desaparecidos son tan realistas que por ese mismo motivo se pudo llegar a pensar que se trataban de situaciones reales. Esto se debió, por lo que comentan los propios actores y el equipo, a la actitud “tiránica” del director que les llevó hasta los límites en su trabajo, tanto en la forma de desgastarlos psicológicamente o haciéndoles alimentarse de los animales que previamente habían matado y que posteriormente se incluiría en el montaje final. Súmenle a todo esto una banda sonora que, habiendo sido compuesta por Riz Ortolani, consigue dar continuidad y ambientar la película mediante temas ambientales, de funk, pseudo electrónica y música tribal. Esta, de poco más de media hora de duración y de 10 temas, es un ejemplo de música variada que incluso sirve para el disfrute de ella al margen de la obra en la que está englobada.

La Ley del Talión

Pensemos por un instante en cómo son los personajes y lo que pretende mostrar el mensaje que hay en el interior de la obra. En un principio, los periodistas se nos presentan como adalides de su profesión, pero ya desde el inicio de la historia, y a medida que se van conociendo las percepciones que sobre ellos tenían sus allegados y conocidos, los vamos conociendo como unos individuos altivos y sin escrúpulos capaces de hacer cualquier cosa con la intención de conseguir una historia. Incluso crear el contexto de esta y de destruir sin ningún tipo de miramiento lo que hay en el lugar. Denostan la profesionalidad y labor de otros compañeros a la par que muestran el más absoluto desconocimiento por la cultura y costumbres de los Seres Humanos que tienen intención de investigar, se inventan el contenido de las filmaciones y no dudan en asaltar los lugares de residencia de los Yacumo quemando sus hogares, disparando previamente a uno de ellos con la intención de localizar su poblado y matan a un cerdo que perteneciente a su ganado. Todo esto, el presentar esa parte de la profesión periodística tan sumergida en el fango, le sirve al director para realizar un símil comparativo con lo que llamamos “Mundo Civilizado”. Realizando una crítica explícita al periodismo más burdo y carente de ética profesional y humana, de forma sibilina logra extrapolar esa acusación a la realidad de lo que se ha dado en llamar “Primer Mundo”. En particular a todos esos sectores e individuos que son capaces de cualquier cosa por lograr sus objetivos sin ningún tipo de miramiento sobre lo que dejan a su paso o las consecuencias que todo ello pueda suponer hacia otros mientras que a ellos no les toque. Y aquí se nos presenta una contrariedad. Esta radica en la misma y supuesta actitud del director hacia los integrantes de su equipo a la hora de realizar el trabajo. Si ciertamente es verdad ese lado oscuro a la hora de llevar a cabo su labor, parte del elenco declara que no hubo ninguna actitud “tiránica”, Deodato, al mismo tiempo, estaría declarando que esa parte “caníbal” de la naturaleza humana está presente en cada uno de nosotros y que, tal como se dice al final de la película, habría que preguntarse quién ostenta en realidad esa característica, si esas sociedades supuestamente primitivas o aquellos que nos vanagloriamos de vivir en una sociedad tan avanzada y llena de lujos y comodidades.

¿Y quiénes son los personajes? Por un lado tendríamos a los periodistas y a su guía. Estos cuatro son unos profesionales aclamados mundialmente que, tras las sombras, la gente que los conocía admitían que no tenían ningún escrúpulo y que, como es en el caso del cabecilla de todos ellos, Alan Yates (Carl Gabriel Yorke), a alguno que otro no le daba ninguna pena su fallecimiento a pesar de considerarles unos grandes profesionales. Y aquí nos asalta la duda; eran vistos como unas figuras reconocidas en su profesión, ¿pero hasta que punto se desconocían sus métodos si la directiva de la cadena para la que trabajaban parece ser que no tenía ninguna sospecha en su forma de actuar? Su viacrucis particular resulta ser la analogía de aquellos que llegan a lo más alto mediante todo tipo de artimañas y finalmente caen hasta no poder levantarse. Solo que en este caso acabarán devorados por los pecados que comenten frente a unos seres que consideran inferiores a ellos, también por todo mal que habrían cometido antes de llegar al lugar y les es negada la expiación por las leyes y costumbres de unas gentes paganas que no entendían la palabra del Dios Cristiano ni del Dinero y la Gloria que parecerían adorar los protagonistas. Se servirán de un guía, Felipe Ocaña (Ricardo Fuentes), con quien ya habían trabajado anteriormente y a quien adentran en su mundo de desenfreno y locura. Su conductor parece embriagado por el nihilismo egoísta y superficial en el que se adentra por completo, por lo que no se percata de que no deja de ser un mero objeto de apoyo con el cual lograr sus propósitos. Su fallecimiento parece ser el castigo por matar una tortuga, por asesinar una parte de la naturaleza, después de que le mordiera una serpiente venenosa. El castigo de la tentación hecho realidad. Pedirá que le amputen la pierna, algo a lo que acceden mientras están filmándolo todo, pero sus intentos por cauterizar la herida de la pierna seccionada resultarán en vano y fallecerá.

Cuatro hombres y una mujer. Ya solo quedan tres tras fallecer el extranjero, el portador de sus cargas, su guía, su objeto que a pesar de estar ahí solo forma parte del “atrezzo” en su aventura. Todo parece indicar que el cabecilla de todos ellos es Alan, quien en compañía de Jack Anders y Mark Tomaso (Perry Pirkanen y Luca Barbareschi) conforman un triunvirato de poder fálico en el cual se une la prometida del primero, una Faye Daniels interpretada por Francesca Ciardi. Son un grupo cohesionado bajo la apariencia de la celebridad que esconde el salvajismo de la imagen y la ignorancia de la borrachera del poder donde se da entender que comparten a Faye bajo la atenta mirada del que parece ser el macho alfa del grupo, Alan. En su locura destructiva y autocomplaciente logran frenar los intentos de esta a la hora de interponerse en sus acciones, sobre todo a raíz de la muerte de Felipe y al comenzar a comprender que el círculo vicioso en el que están les lleva directamente a un callejón sin salida. Su confrontación más fuerte con ellos se dará cuando se mete en medio de una violación múltiple hacia una joven “virgen” de los Yacumo ante la atenta mirada de un anciano que presumiblemente pertenece a ese clan. En esta escena se deja entrever que anteriormente podrían haber mantenido relaciones sexuales con todos ellos o de forma grupal. Pero antes de todo esto, y después de destruir la aldea de los Yacumo, intentará frenar la brutalidad de todos ellos manteniendo relaciones ante la mirada de estos. Esta escena recrea su intento por recuperar la cordura de Alan tratando de tomar la posición dominante mediante el coito. Esto habría servido con la pretensión de que volviera la sensatez al grupo, pero se dan dos factores que truncarán sus planes. El primero es el ansia de dominación de Alan y la excitación que le provoca el ser observado por aquellos a los que acaba de someter al convertirlos en meros objetos indefensos. Luego la también actitud de vouyerismo por parte de sus otros dos compañeros. Finalmente, pese a todos sus intentos, Faye no logrará la expiación tras ser acorralada por los Yanomano. En un principio es violada como castigo por permitir que aquello sucediera, muerta a golpes en la testa y descuartiza para ser devorada en cumplimiento del castigo por lo que había cometido. Será la segunda de ellos en fallecer.

¿Quién es el salvaje?

El primero de ellos en caer bajo el yugo del castigo de los Yanomano es Jack, el que aparentemente era el que más “simpático” hacia los espectadores y seguidores de su trabajo. Tras comenzar a ser perseguidos caerá bajo las flechas que darán comienzo a su penitencia. Él sería el que disparara al Yacumo con la intención de llegar más fácilmente a su aldea y no mostraría ningún reparo en destruirla junto a sus compañeros mientras Alan narraba que alguna tribu rival había cometido semejante atrocidad. Su infierno particular por las malas prácticas, falta de respeto hacia aquellos que consideraban inferiores, violación, la ausencia de humanidad en cualquiera de sus aspectos,… se tradujo en un desmembramiento mientras era apedreado y descuartizado para después servir de alimento a todos aquellos que había vilipendiado. Como muestra de la Ley de Talion que manejaban los Yanomano fue la correspondiente castración que sufrió. Retirarle ese elemento fálico de poder mediante el cual había subyugado a aquella joven mediante la violación. Parecería ya estar muerto, pero, en caso de ser así, su castigo habría sido no solo en el mundo terrenal, también el el espiritual. Un castigo doble que afectaría a su transito al mundo del Más Allá donde tendría que convivir, al mismo tiempo, con el peso de todos los actos brutales que había cometido y la vergüenza de ser despojado del elemento de poder que tantas veces había presumido en vida. Los dos integrantes de la expedición que quedarían con vida, Alan y Mark, después del fallecimiento de Faye, son acorralados y, presumiblemente, acaban igual que sus dos compañeros. Desde la óptica de los Yanomano sería un castigo acorde a lo que acababan de cometer todos ellos. Un final en el que servirían de alimento y traspasarían sus espíritus hacia todos esos a los que habían menospreciado. Quedarían presos, por tanto, en dos aspectos. Sus cuerpos no recibirían la sepultura correspondiente y no alcanzarían la paz por toda la eternidad mientras que servían de fortalecimiento y enseñanza a aquellos en los cuales ahora estaban en su interior hacia esas generaciones y venideras.

Y el profesor Harold Monroe… Monroe se nos presenta como un experto antropólogo que no había estado antes en la zona y tendrá que aprender sobre la marcha e, in situ, a relacionarse con las dos diferentes tribus que se encuentra por el camino hasta llegar a los Yanomano. Su evolución parte de una supina inocencia ante lo que no conoce y que irá perdiendo paulatinamente hasta desecharla de golpe en compañía de los guías Chaco y Miguel (Salvatore Basile y Ricardo Fuentes). Impetuoso y falto de calma, accede a seguir las instrucciones de sus conductores a medida que va observando, pero al mismo tiempo ignorando, las pistas sobre el desastre que dejaron tras sus pasos los reporteros. Mientras va comprendiendo despacio la costumbres que rodean a las gentes del lugar y se familiariza con los porqués de las actitudes de los dos que le acompañan, va analizando los pormenores del lugar y se atreverá a realizar lo que llama un experimento psicológico. Despojándose de toda ropa se dirige al río a bañarse con la esperanza de que le vean como un igual. Tal y como comenta, serán las mujeres las que respondan y se dirijan hacia él con la curiosidad de comprobar de que se trata de una persona como ellos mismos. Estas, después de abrir su curiosidad y dedicarle caricias en su cuerpo, se alejan corriendo a lo que él responderá siguiéndolas con la intención de demostrarlas que no debían tener miedo de él, que sus actitudes serían pacíficas. Será entonces cuando descubra los cuerpos de los cuatro aventureros. Estos estaban expuestos con el fin de evitar malos augurios y las mujeres les rezaban con el propósito de evitar ello. Curiosa revelación después de no saber nada de la violación que había tenido lugar y que aparentemente cortó de raíz su “inocente” experimento que tenía semejante cariz sexual. Tras un primer contacto con los Yanomamo y armarse de valor dejando de lado sus precauciones, deja que aflore su vertiente científica y tras un trueque logra que le den las cintas, el material cinematográfico que habían grabado. Ya había hecho el día, como dirían los aventureros que había ido a buscar.

La película, a modo de conclusión o epílogo, nos presenta una moraleja que refleja lo que el director habría querido presentarnos con el largometraje. Bajo esa apariencia de visceralidad y crudeza que muestran los asesinatos reales, sí, reales, de animales a lo largo de la película, y que, por cierto, fueron y son uno de los ejes centrales de las furibundas críticas que recibió, y la espectacularidad y realismo de los efectos especiales realizados por Aldo Gasparri, nos deja una cuestión que tendríamos que reflexionar. No se trata de si fue ético o no el asesinato de animales, algo que en mi opinión sobraba ya que hubiera sido factible realizarlo artificialmente visto el resultado de estos. Además de que no viene a cuento semejante crueldad a la hora de realizar una expresión artística. Por cierto, el mismo Deodato ha comentado en más de una ocasión que se arrepentía de ello. La moraleja no sería solo la dura crítica al periodismo sensacionalista y la metáfora latente del canibalismo presente en la sociedad civilizada de hace 40 años en que fue rodada; algo que también se puede trasladar a los tiempos de hoy. La reflexión que nos presenta es la siguiente. Ese canibalismo que encontramos, esa forma de conseguir lo que uno se proponga a cualquier precio no es lícito. Eso es lo que podemos sustraer. Pero, la cadena de televisión, tras visionar todo el contenido de las cintas tras la presión de Monroe decide eliminarlas y no emitir el programa. Por lo tanto, la imagen idílica que de ellos se tenía, a pesar de lo que pudieran comentar sus familiares, allegados, conocidos,… seguiría intacta y no se descubriría un auténtica naturaleza, su forma de ser. La pregunta a la que podemos llegar, partiendo de todo esto que se ha comentando, y si lo extrapolamos al mundo real, al no cinematográfico o literario, por poner otro ejemplo, es ¿a cuántos de esos que han llegado a la cima por cualquier medio sin reparar en los desastres que han dejado a su paso hasta llegar allí mantienen esa figura de benefactores, genios, luchadores infatigables,… se les han borrado todas esas pruebas que los adjetivan por su verdadera naturaleza caníbal?


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